Historia de una inquietud

Aproximándonos a una década de la Asociación de Psicología Integral de la Persona

Mayo, 2024

El seis de enero de 2016, día de la Epifanía del Señor, se constituyó ante notario público, la asociación de derecho privado, sin fines de lucro, “Asociación de Psicología Integral de la Persona”. Firmaron el acta de fundación Marcela Ferrer, Pablo Verdier, Klaus Droste, Benjamín Suazo, Juan Pablo Rojas, Carolina Barriga, Daniela Castro y Rosario Celedón. De acuerdo a los estatutos, su objetivo es “el desarrollo, la investigación y la divulgación de la Psicología Integral de la Persona, fundada en los principios del realismo filosófico, de raigambre aristotélico-tomista, y en el Magisterio de la Iglesia Católica, en lo que dice relación a los fundamentos y principios metafísicos, antropológicos, éticos y gnoseológicos con que sus miembros han de cultivar las investigaciones, publicaciones o cursos realizados a nombre de la Asociación”. 

A las puertas de cumplir 10 años de existencia, me propongo en este ensayo rememorar la historia que precede a nuestro actual “metamodelo”. Éstos no surgen de la noche a la mañana; más bien, confluye un entretejido de historias personales y acontecimientos, cristalizando en lo que actualmente somos: una asociación profesional de psicólogos con sello tomista.

Los primeros intentos de narrar la historia de la Psicología Integral de la Persona tuvieron lugar en la IV Jornada Internacional organizada por nuestra Asociación y la Universidad Finis Terrae en el año 2022. En el panel titulado “Origen, desarrollo y desafíos de una Psicología Integral de la Persona”, Klaus Droste expuso su bosquejo de reconstrucción, advirtiendo que “siempre hay una historia personal detrás” en la constitución de una asociación. Según exponía Klaus, en Chile habría “dos vertientes que se fueron cruzando”. Por un lado, la suya, movida por sus propias inquietudes; y por otro, la del profesor Pablo Verdier, psiquiatra uruguayo migrado a Chile en 1996. 

Pablo Verdier, en sus tiempos de formación e inicios de ejercicio profesional en Uruguay, se topó con algunos libros fundamentales (p.e. “Psicología Tomista”, de R. Brennan), una recopilación de textos del Magisterio de Pío XII (“Pío XII y las ciencias médicas”), donde encontró los célebres discursos del Pontífice sobre psicología y psiquiatría. A Verdier, relataba Droste, “las cosas en psicología no terminaban de cerrarle, y esto le marcó un horizonte de desarrollo, de pensamiento, de búsqueda”. Cuando llegó a Chile, conoció al doctor Alejandro Serani, neurólogo, quien había estudiado filosofía en Toulouse, y lo animó a estudiar filosofía más formalmente en la Universidad de los Andes. Se formó en dicha universidad, que tenía una muy buena escuela de filosofía, donde conoció a profesores como Jorge Peña y Antonio Amado, quienes “le fueron abriendo un horizonte”. Para ese entonces, Verdier hacía clases de Psicopatología en la Universidad de Los Andes, y Droste tuvo la oportunidad de conocerlo ahí: “Se caracteriza por su estilo sugerente y estimulante para los alumnos, suscita en ellos el deseo de saber más, y siempre intenta ir avanzando con orden y rigor”. “Su deseo era hacer una síntesis, en la que pudiera congeniar lo que sabía de psicología y psiquiatría, pero que le cerrara con lo que sabía de antropología y filosofía”, explicó Droste. En esos años, dos alumnas suyas, Carolina Barriga y Daniela Castro (hoy psicólogas, y Carolina actualmente Directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae) se juntaron a leer la Suma Teológica, semanalmente, conformando el primer grupo de estudio. Más tarde, ellas colaborarían en la recopilación de textos del libro “Psicología y Psiquiatría, Textos del Magisterio Pontificio” (Biblioteca de Autores Cristianos). Posteriormente Verdier se cambió a la Universidad Católica, continuando su docencia en Psicopatología, donde conoció otros alumnos que también mostraron interés por sus enfoques. Benjamín Suazo, María José Bunster, Juan Pablo Rojas entre otros, fueron los primeros alumnos que le siguieron.

Respecto a su historia personal, Droste explica que en sus años de estudio de psicología en la Universidad Gabriela Mistral, “muchas cosas de la psicología me hacían ruido. Además, tenía un gusto innato por la filosofía, y esos fueron los ramos en que siempre mejor me fue. Hacia el final de la carrera, tuve que cursar el ramo más difícil, Psicoterapia, impartido por tres grandes psicoterapeutas nacionales, del ámbito psicoanalítico, cognitivo-conductual y humanista. El semestre se dividía en tres. Primero llegaba un profesor, te contaba un panorama, que cerraba completamente, y después llegaba otro profesor, que echaba por tierra completamente lo anterior, y luego contaba otro panorama, que también cerraba en sí mismo… y así sucesivamente. En el examen oral, me hicieron una pregunta, y me di cuenta que si yo intentaba satisfacer a un profesor con mi respuesta -una respuesta lógica, que cerraba en sí misma- era imposible satisfacer a los otros dos. ¿Qué le pasa a la persona entonces? Me van a poner buena nota si respondo como quieren, pero… ¿en qué queda la persona?”.

Desilusionado de la psicología clínica, y convencido de trabajar en el área organizacional, llegó a trabajar a un colegio, donde conoció a un filósofo, Antonio Amado, que lo invitó a participar en la apertura de Psicología en la Universidad de Los Andes, pero dictando un ramo de Psicología Organizacional. Un día, “conversando con Antonio, le expresé mi problema con la psicología. Todas las corrientes de psicología decían cosas muy interesantes y sugerentes, pero faltaba algo. En una servilleta, Amado hizo un esquema sobre la naturaleza humana, las facultades humanas… ¿Cómo nadie me ha dicho esto nunca?, fue mi sensación.  Se me aclaró todo… Tuve que tomar decisiones muy difíciles, para armar la cabeza de nuevo”.

Droste se fue a trabajar al Centro de Estudios Tomistas de la Universidad Santo Tomás, y contribuyó a formar la Facultad de Educación de dicha universidad. Había conocido a Daniela Castro y Carolina Barriga en la Universidad de Los Andes, y las invitó a participar dictando los ramos de psicología del desarrollo en la infancia y en la adolescencia, para las carreras de Educación. “Ellas estaban en paralelo con Pablo Verdier estudiando”. Por ese entonces se hicieron los primeros contactos internacionales con Martín Echavarría, psicólogo y filósofo tomista argentino, y Mercedes Palet psicóloga y filósofa tomista española, quienes habían avanzando en este camino. Luego, el 2012 cuenta que “Benjamín Suazo, la Cote Bunster y la Mónica Zegers, muchachos super estudiosos, de una super buena universidad, me pidieron que los supervisara. Llegaban con casos psicológicos, y yo me ponía a decirles lo que yo veía… hacía esquemas… se pusieron a estudiar…”.

Entre los años 2012 y 2014, Droste lideró la Facultad de Psicología de la Universidad Gabriela Mistral, pero al igual que la Universidad Santo Tomás, los proyectos se derrumbaron, y “nos dieron la oportunidad de venir a hacer algo aquí en la Universidad Finis Terrae. Armamos una malla curricular, que contemplaba los elementos esenciales para  ampliarle la mirada a los alumnos. Me llamaron en un momento en que había 5 ó 6 personas en quienes apoyarse (Carola Barriga, Daniela Castro, Benjamín Suazo, María José Bunster, Juan Pablo Rojas, el mismo doctor Verdier que años más tarde también migraría a nuestra universidad). Si me hubieran llamado 5 años antes, no hubiera habido nadie…”. Esto coincide con la formación de la Asociación de Psicología Integral de la Persona, como una manera de agrupar a las personas que compartían esta inquietud, “para que no estuvieran dando vueltas aisladamente, y hacer un trabajo académico que posibilitara que otras personas hicieran también su camino… y es eso en lo que estamos”.

Desde la mirada de María José Bunster

El año 2008, cursaba tercer año de Psicología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fue el año de las “teorías”, en que distintos profesores exponían una tras otra las principales corrientes psicológicas contemporáneas: la psicoanalítica, cognitivo-conductual, humanista y sistémica. Cada profesor al que escuchaba y cada autor que leía proponía una cierta mirada de la persona, y según cómo definía la “patología” o “enfermedad”, planteaba la finalidad de la intervención psicológica. Todo me resultaba sumamente interesante, pero me empezó a abrumar la sensación de que estaba frente a verdades parciales y fragmentadas. En mi ansia de saber, quería leer todo lo que estuviera a mi alcance y volverme experta en todas las teorías, para poder tener una visión acabada e integral de la persona humana. 

El año 2009, por fortuna, me tropecé con una clase en el ciclo “Más allá de la malla”, del profesor Klaus Droste, sobre “Psicología tomista y depresión”, organizada por la Pastoral UC. Abordó afectos como la tristeza, -su objeto, causas, efectos y remedios- y mi mente “empezó a volar”, sintiendo que contactaba con una verdad perenne, muy distinta a la que presentaba Lacan, Beck, Rogers, Klein, Freud, Watzlawick, entre otros. Ese mismo año, cursé “Psicopatología Adultos” con el Dr. Pablo Verdier como profesor, y empezamos a reunirnos semanalmente con otros alumnos de la UC que habían mostrado interés en los fundamentos filosóficos de la psicología, movidos por su fe católica que al parecer no encajaba en ninguna parte de la carrera, y que es más, se veía constantemente cuestionada por una visión de la psicología donde imperaba el relativismo. 

Éramos un grupo de alumnos insatisfechos. María Francisca Álvarez, Juan Pablo Rojas, Laura Thiele, Pamela Vidal, Benjamín Suazo y yo conformamos junto con el profesor Verdier, el grupo de “estudio de Magda Arnold”, psicóloga tomista checa, migrada a Estados Unidos. El doctor Verdier propuso una idea concreta: traducir la obra de esta psicóloga pionera, que hizo un valioso aporte a la teoría de la emoción y motivación humana, reconocida por la comunidad científica de su época, pero olvidada en la actualidad. El trabajo consistía en conseguir los papers, capítulos de libros y libros originales, lo que incluso supuso escribir a bibliotecas de universidades extranjeras, solicitando el envío de dichos textos. Luego, venía una etapa de lectura, traducción al español, y posteriormente la revisión y discusión de lo traducido. Tropezamos con el artículo “Magda B. Arnold's contributions to emotion research and theory”, publicado en 2006 en la revista Cognition and Emotion (volumen 20, número 7), con motivo de hacer un tributo a Magda Arnold. Contactamos por correo electrónico a su autora Stephanie Shields, pidiendo su ayuda para conseguir un compilado de manuscritos no publicados:

“I form part of a project guided by the psychiatrist Pablo Verdier, which consists in gathering Magda Arnold’s works and research, and translating it to Spanish. We believe her points of view on the different psychological topics she approached must be recovered, because they are in no way obsolete: they are as valid today as they were 60 years ago. This project is inspired by the conviction that Magda Arnold’s deep contribution to psychology must be taken into account. The final product of our work will be a book that gathers Arnold’s main contributions to psychology (...) We have a major task in our hands, and we are deeply committed even though we are aware there might be many obstacles along the way. Your help will be a great encouragement to continue this “Tribute to Magda Arnold” and will allow us to achieve a quality product. We hope you can contribute with our project, in order to expand Magda Arnold’s approach to psychology in the Hispanic scientific community”.

Desde ese entonces, formo parte de un grupo de difusión llamado “Magda Arnold Scholars”, los “estudiosos” de Magda Arnold, donde también se encuentra Ruth de Jesús, de la Universidad Francisco de Vitoria, Martín Echavarría, de la Universidad Abat Oliba CEU San Pablo, y Stefano Parenti, de la Associazione Italiana di Psicologia Cattolica. 

El año 2011 fue publicado por la Biblioteca de Autores Cristianos el libro de Pablo Verdier “Psicología y psiquiatría. Textos del Magisterio Pontificio”, recopilación, selección y edición de un conjunto de discursos de los pontífices, fundamentalmente desde Pío XII hasta Benedicto XVI, relacionados con las enfermedades mentales, adicciones y salud mental: “cuya finalidad última es ayudar a comprender que todo terapeuta, en el nivel que esté actuando, no puede prescindir de la realidad admirable de la condición espiritual del ser humano, que se constituye, según palabras del Concilio Vaticano II, en la única criatura que Dios ha amado por sí misma y que no encuentra la sublimidad de su vocación sino en la entrega sincera de sí mismo a los demás” según las mismas palabras de Monseñor Fernando Chomali, quien prologó la obra.

Esta inquietud de fundamentar nuestra formación psicológica en sólidos cimientos antropológicos, nos fue llevando por diferentes caminos. Levantábamos una piedra, y nos encontrábamos con un autor tras otro: Magda Arnold, Rudolph Allers, Anna Terruwe, Joseph Nuttin y otros, nos mostraban que no éramos los únicos que estábamos intentando rescatar las lecciones de humanismo de Santo Tomás de Aquino para llevarlo al plano de la psicología clínica. Esto nos entusiasmaba aún más en la misión.

Durante esos años, asistía a todas las charlas e instancias de formación que encontraba en torno a la integración entre filosofía y psicología. Klaus Droste fue el Decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Gabriela Mistral, y dictó la charla “La ira y sus manifestaciones psicológicas”. El Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) lideró un grupo de estudio de Santo Tomás de Aquino, guiado por Klaus Droste, Cristián Rodríguez y otros estudiosos del Aquinate. A mediados del año 2012, Benjamín Suazo y yo quisimos buscar un espacio de supervisión clínica desde esta mirada, que tanto anhelábamos aplicar a la atención de nuestros pacientes. Benjamín escribió a Klaus en junio de 2012: 

“Luego del ciclo de charlas, quedé con ganas de darle continuidad a lo que veníamos estudiando pero quizás desde una perspectiva más clínica. Me he dedicado a leer harto y formarme al respecto y tengo el anhelo de buscar formas de aterrizar más lo teórico. Quisiera saber si tu estarías dispuesto a armar un grupo de unas 5 personas que ya tengan alguna base de estudio de Santo Tomás y podamos revisar casos clínicos concretos y hacer una especie de supervisión pero con comentarios teóricos, es decir, una mezcla de algo teórico-práctico, pero sin desvincular ambos aspectos. Te cuento que yo actualmente estoy trabajando en el COSAM de Estación Central media jornada y el resto estoy estudiando por mi cuenta. La verdad es que estoy con tiempo y me gustaría invertirlo en seguir formándome. Desde hace un tiempo que estoy leyendo sobre el tema y dentro de eso leí el texto que nos mandaste (“La palabra del padre en el orden natural humano para la contemplación del ser personal”). Me interesó mucho tu propuesta, y quisiera profundizar en ella”.

Debo destacar que mi amigo Benjamín leía todo lo que llegaba a sus manos; siempre fue mucho más determinado y metódico que yo en el estudio de la filosofía. Conformamos un grupo de supervisión junto a Mónica Zegers, psicóloga infantil que vive hace casi 10 años en Estados Unidos y que se ha especializado en psicología del desarrollo humano. Cada sesión de la supervisión era sumamente motivante, y al mismo tiempo, profundamente humana. La visión del caso que nos aportaba Klaus era muy esclarecedora (recuerdo siempre que nos asombraba mostrándonos el “punto de inestabilidad” en la vida del paciente, o los afectos predominantes), y al mismo tiempo cercana y sencilla: nos ayudaba a entender los dinamismos afectivos y espirituales del paciente sin conceptos oscuros ni teorías rebuscadas, pero con una riqueza que nos llevaba a querer seguir profundizando en esto que hoy llamamos la “Psicología Integral de la Persona”.

Durante esos años, ocurrieron bastantes cosas dignas de notar. El año 2012, Pablo Verdier dictó el ramo “Afectividad y Motivación”, en la Universidad Católica, del cual fui ayudante. Era un ramo dictado en conjunto con otro profesor, donde se daba una complicada amalgama entre una postura neurobiológica y cientificista con el estudio de las emociones desde una base antropológica tomista. Por esos años, asistíamos de oyentes a clases de Antropología y Ética que dictaba Klaus Droste en la Universidad de Los Andes y en la Universidad Gabriela Mistral, y compartíamos los apuntes y grabaciones de las clases por mail. Mendigamos conocimiento, aprovechando cada paper, cada reunión, cada conversación informal, cada recomendación de libro que nuestros mentores nos daban.

A inicios del 2013, Klaus me invitó a dictar el curso “Psicología del Desarrollo” para la carrera de Pedagogía en Religión Católica de la Universidad Gabriel Mistral, que se realizaba en el Obispado de San Bernardo. El proyecto de recopilación y traducción de Magda Arnold cesó, tanto por las responsabilidades laborales y familiares que íbamos asumiendo, como por la constatación de que era una tarea titánica: si seguíamos al ritmo que íbamos, nos tomaría unos 11 años, calculó Benjamín Suazo. En abril de ese año, Benjamín, Mónica y yo escribimos un correo a nuestros “mentores”: 

“Estimados Pablo, Klaus y Cristián:

Tal como lo conversamos con cada uno, queremos echar a andar la máquina sobre este proyecto que nos viene dando vueltas. Si bien no tenemos una idea concreta, ocurre que en el último tiempo se han ido formando grupos pequeños con una inquietud común: pensar la psicología desde una perspectiva cristiana. Está lo que fue el grupo del IES que después se continuó un sábado al mes en la Universidad de los Andes; hay un grupo en la PUC que se está juntando a hablar de estos temas; hay un grupo de los sodalicios; nosotros por nuestra parte estamos trabajando con Pablo y supervisando casos con Klaus, etc.

En fin, la idea es que nos juntemos a conversar, por un lado, para fortalecer el sueño común y darle forma, y por otro para pensar en medios concretos para aterrizar esto”.

El 13 de junio de 2013, impulsamos una reunión en la casa de Mónica Larraín, a la que asistieron unas 30 personas, bajo el título “Primera Comida: Psicología clínica y filosofía”. Invitamos a  nuestros compañeros de universidad y conocidos que pudieran sintonizar con la propuesta, y Cristián Rodríguez nos apoyó en la difusión:

“Les envío una invitación que les puede interesar: es un grupo de amigos míos, principalmente de jóvenes psicólogos UC, interesados en los problemas filosóficos involucrados en psicología clínica. La idea es retomar nuestras inquietudes y eventualmente organizar grupos de formación, estudio y supervisión clínica, contando también con el apoyo de gente especialmente dedicada a este tema, como el Dr. Pablo Verdier, Klaus Droste, entre otros. Lo de este jueves es un primer encuentro para cruzar ideas e inquietudes”.

Benjamín expuso en la reunión nuestro diagnóstico: “a) Primera constatación: insatisfacción con la carrera; b) Falta de formación antropológica; c) Deuda histórica: una auténtica integración; d) Grupo creciente de personas que buscan el complemento necesario; e) Profesionales con más o menos experiencia y formación”. Como respuesta a esta problemática, se trazaron posibles líneas: “grupos pequeños de formación teórico-prácticos, a cargo de una o dos personas guías”, y “seminarios abiertos”. 

Después de la comida, quedamos muy contentos, al constatar que éramos muchos “quienes tenemos grandes inquietudes y preguntas sobre cómo integrar psicología, antropología cristiana y fe”, aunque al mismo tiempo, nos preguntamos “cómo generar un proyecto que sea coherente y sustentable en el tiempo”. Destaco los apuntes de una reunión de trabajo que tuvo lugar en agosto: en ella nos preguntábamos por los aspectos organizativos (si había que tener un presupuesto, pagarle a los charlistas, tener un coordinador general, etc.), pero también nos cuestionábamos: “¿Qué queremos ser? ¿Cuál es el fin en vistas al cual queremos hacer esto?” -¡lo que daba cuenta de nuestra inclinación por buscar la esencia de las cosas! Nos propusimos “ir consolidando un núcleo, no dispersando, ir generando compromiso en las personas que entran, ir teniendo identidad”. De hecho, con la pasión de la juventud, anotamos “¿Qué tan dispuesto estás a comprometerte con esto? ¿Te das cuenta que es para toda la vida?”. Queríamos “formarnos en profundidad, no en islas”, formarnos en antropología para que pudiera iluminar el ejercicio de la psicología clínica, e ir generando núcleos de pensamiento, que “tome en cuenta la originalidad de cada uno (intereses, orientaciones, trabajo, oportunidades, familia, etc)”, para ir aterrizando esta integración a distintas realidades. El horizonte de todo lo que faltaba por aprender a algunos les generaba “mucha inquietud”, pero nos sentíamos llamados a ir “poco a poco, entendiendo el puzzle”.

Algunas acciones concretas que se tomaron fue hacer una base de datos de los contactos de quienes fueron a la comida y los interesados en el grupo que no pudieron asistir, se hizo una carpeta compartida de artículos y textos valiosos, para que todos pudieran tener acceso a ella, y se comenzaron a difundir por correo electrónico seminarios y actividades de formación, tales como el ciclo de charlas organizado por el “Fe y Psicología”, un grupo de estudiantes de psicología miembros del Sodalicio, liderado por Josefina Cañas, con expositores como Pablo Verdier (“Libertad y Psicopatología”) y Klaus Droste (“¿Quién es el hombre? Una mirada desde la psicología y la filosofía”). Empiezan a responder mis mails con entusiasmo Josefina Kast, Josefina Díaz, Antonia Muzard, Josefina Donoso, Adriana Velasco, Carolina Barriga, Daniela Castro e Isidora de la Fuente, con quienes me encontraría años después en la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae. 

El año 2013 se publicó en L’Osservatore Romano un artículo de Pablo Verdier titulado “Hacia una psicología sana: Por el diálogo con la recta filosofía y la teología”. Ese mismo año, Ediciones Universidad Finis Terrae publicó “La palabra paterna”, de Klaus Droste. El doctor Alejandro Serani, en su presentación de esta obra dice: “Se instala en una tradición de pensamiento que contiene inmensas virtualidades todavía desconocidas e inexploradas. Para explotar esas virtualidades es necesario conocer la tradición, asimilarla y ser capaz de hacerla revivir en la mente y en el corazón. Esta tarea no es fácil”. 

A fines de ese año, se aprobó en la Facultad de Psicología de la Universidad Gabriela Mistral el Magíster “Persona y psicología práctica: Innovaciones diagnósticas y de intervención desde una visión perenne de la persona”, para comenzar a dictarse el año 2014. Se basaba en la “necesidad de un quehacer psicológico con adecuadas raíces antropológicas”, y los temas a tratar serían la persona humana, la naturaleza humana, las facultades del hombre, y una comprensión del perfeccionamiento integral del ser humano.

El año 2014, Benjamín Suazo y Juan Pablo Rojas comenzaron su doctorado en Humanidades en la Universidad Abat Oliba CEU San Pablo de Barcelona, animados por Klaus Droste quien había realizado el mismo camino. El 2017 terminaron sus estudios defendiendo sus respectivas tesis “La naturaleza de la psicología clínica” de Suazo, y “Terapia EMDR: Un análisis a la luz de la obra de santo Tomás” de Rojas.

Desde la mirada de otros miembros y amigos de la Asociación

En conversaciones con otros miembros de la APSIP, he podido recopilar, de forma más breve, algunos caminos que me antecedieron o que fueron paralelos al mío.

Carolina Barriga entró el 2000 a estudiar Psicología en la Universidad de Los Andes, y en 2003 conoció a Pablo Verdier, quien fuera su profesor en la asignatura “Seminario de Viktor Frankl”. Al año siguiente, fue su ayudante en “Psicopatología Adultos”. El año 2005 vino a Chile, invitada por la Universidad de los Andes, la doctora argentina María Ana Ennis, ex-alumna de Magda Arnold en la Loyola University, profesora de la Universidad Católica Argentina y pionera en la psicoterapia simbólica, lo que siguió despertando su interés en la integración entre psicología y filosofía. Recuerda en esos años haberse juntado con Alejandro Serani y Daniela Castro a estudiar la obra de Robert Desoille, haber tenido a Klaus Droste como ayudante en el “ramo de los ratones” (Psicología del Aprendizaje) y haber entrado al grupo de estudio liderado por Pablo Verdier, que posteriormente derivó en la recopilación de los textos de los papas sobre psicología y psiquiatría, que tendría como fruto el libro “Psicología y Psiquiatría, Textos del Magisterio Pontificio”.

Cuando Klaus Droste asumió como Director de la Escuela de Educación de la Universidad Santo Tomás, invitó a Carolina y a Daniela Castro a participar como profesoras de los ramos de psicología del desarrollo para las carreras de educación. En esa época, se juntaban a leer y comentar la Suma Teológica. También recuerda la influencia de Joaquín García Huidobro y Antonio Amado, profesores de la Universidad de Los Andes, en su formación filosófica. Carolina incluso recuerda que antes de fundar la APSIP, se pusieron en contacto con Stefano Parenti, psicoteraeuta italiano y presidente de la Associazione Italiana di Psicologia Cattolica, con sede en Milán, quien había dado pasos similares en su país.

Daniela Marbach, egresada de la primera generación de psicólogos de la Universidad de Los Andes, ha acompañado el desarrollo de la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae desde sus inicios. Al preguntarle por su primer acercamiento a la APSIP, recuerda que cuando estaba cursando el postítulo en psicoterapia psicoanalítica tenía un ramo de filosofía con Antonio Amado. Su sensación permanente era que “una profundidad no conversaba con la otra profundidad”. El año 2016, Klaus la invitó a formar parte del proyecto de la Universidad Finis Terrae, y un día caminando por el campus le preguntó a Daniela “¿Qué te parecen las corrientes psicológicas actuales?”, a lo que ella contestó: “Ninguna explicación me satisface. Todas me quedan cortas desde mi comprensión del ser humano”.

María Jesús Quiroga relata interesantes y vívidos recuerdos sobre la conformación de la APSIP: “Nos juntamos por primera vez una noche de julio del 2015. Daniela Castro, amiga y compañera de carrera, con quien compartíamos el mismo interés por la filosofía antigua y habíamos cursado juntas el Diplomado de Filosofía Aristotélica dictado por Antonio Amado, me había invitado a una reunión. Pablo Verdier, quien fuera nuestro profesor en la universidad, tenía ganas de armar, junto a otros psicólogos, una asociación de psicología. La reunión era en su casa y las dos teníamos un avanzado estado de embarazo. Ambas esperábamos nuestro cuarto hijo. Era una noche muy fría y llovía. Nos sentamos en la mesa ovalada del comedor de Pablo. Había mucha efervescencia en el ambiente y el trato entre nosotros era de complicidad. Se quería formar esta asociación de psicología, pero el trabajo era arduo y dudábamos de la acogida que pudiera tener”. 

 “Esa noche vi cómo se sembró una semilla”. Por motivos personales, no pudo seguir asistiendo a las reuniones periódicas, pero seguía de cerca las conversaciones, los debates acerca de la conformación legal de la asociación y los estatutos, y el ánimo de compartir textos valiosos “como tesoros encontrados en este mar de diversos conocimientos”. Observó como poco a poco se fueron integrando nuevos miembros, que aportaban con entusiasmo al desarrollo de este pensamiento: “nos dábamos cuenta que otros hablaban éste mismo idioma, el de la Psicologia Integral de la Persona”. 

“Como espectadora, de a poco empecé a ver como esta semilla empezaba a brotar. Con firmeza comenzó a aparecer esta visión que pretendía traer luz al entendimiento de la persona en la psicología y que traía con ello no pocas implicancias clínicas. Podía también ver cómo se afianzaban los diálogos con otras asociaciones y gremios internacionales que compartían los mismos fundamentos. 

Intentaba participar de todas las actividades de formación que organizaba la APSIP, donde los miembros exponían con tanto sentido y claridad esta visión que devolvía la humanidad y el verdadero sentido a la visión del hombre, tan fragmentada por las circunstancias de esta época. El 2022 comencé el anhelado Magíster en Psicología Integral de la Persona que dicta la Universidad Finis Terrae, y participando más de lleno en la Asociación pude ver cómo todos estos frutos, producto de tanto trabajo y perseverancia de los miembros, se empezaban a cosechar”.

Catalina Cubillos hizo el camino inverso. Estudió filosofía en Chile, y se doctoró en metafísica en España. Sin embargo, “me gustaba mucho la filosofía, pero tenía una vocación mucho más práctica y orientada al servicio de las personas que no había podido desarrollar”, explica. “Yo tenía un gran interés en la psicología, pero veía que había una falta de conciencia de los supuestos filosóficos que estaban a la base de las distintas teorías y corrientes, que se daban por hecho y no se explicitaban. Me daba cuenta de que había una verdadera crisis intradisciplinar, ya que los distintos enfoques miraban a la persona desde una formalidad distinta, y para un estudiante sin formación filosófica previa, era imposible darse cuenta de cuáles son las implicancias detrás de cada una de estas posturas y teorías”.

Cuando Klaus Droste la invitó a formar parte de la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae en 2015, la entusiasmó que la propuesta formativa “iba a ser compatible con una base filosófica profunda y realista de la persona”. “La psicología, al fundarse y entenderse a sí misma como una ciencia empírico-positiva, deja de lado una serie de aspectos de la realidad inmaterial, que son más importantes aún, y que no es capaz de rescatar por la propia limitación de una ciencia empírico-positiva. Fuimos articulando un proyecto con asignaturas repensadas desde una mirada más profunda. Era fundamental rescatar lo filosófico para darle a los psicólogos una mirada que trascienda los límites de lo medible, cuantificable, o una mirada reduccionista de la persona. Fuimos fundando todas las asignaturas con este espíritu: la centralidad de la filosofía, pero ante todo la centralidad de la persona”.

Y el resto es historia…

En el 2015, se abre la carrera de Psicología en la Universidad Finis Terrae. Su director era Klaus Droste, y dependía de la Facultad de Medicina. Partió con una sección de 40 alumnos, y un pequeño grupo de profesores, entre los que se contaban Carolina Barriga, Daniela Castro, Benjamín Suazo, Pablo Verdier, Daniela Marbach, Catalina Cubillos, Josefina Browne, y quien suscribe. Hoy, la Escuela está a punto de cumplir 10 años, y se enorgullece de recibir a más de 100 alumnos todos los años, contar con más de 200 egresados, tener su propio centro asistencial, el Centro de Psicología Integral de la Persona, donde se realizan las prácticas clínicas, atenciones en salud mental, y asesorías y servicios a instituciones externas, siempre desde el sello de la Psicología Integral de la Persona. 

La carrera de Psicología ya no es sólo una “carrera”, sino una Escuela, con áreas de vinculación con el medio, investigación, internacionalización, postgrados y educación continua, con más de 70 académicos y numerosas personas a cargo de las distintas áreas, que trabajan arduamente y están muy comprometidas en su labor. El programa de Magíster en Psicología Integral de la Persona prontamente comenzará su cuarta versión y cuenta con profesores chilenos y extranjeros, así como estudiantes de diversos países.

La Asociación mantiene sus reuniones mensuales, los newsletters, seminarios de actualización, coloquios, y publicaciones. Ha permanecido como un espacio de reflexión académica y discusión de ideas, que va nutriendo a su vez a la Escuela. Este año, se aproxima nuestra actividad hito, la V Jornada Internacional de Psicología Integral de la Persona, que organiza la Universidad Finis Terrae, junto a la Universidad San Sebastián y a la Asociación de Psicología Integral de la Persona.

Termino este intento de recopilación histórica con la emoción de ver que aquello que soñábamos -algunos hace 10 años, otros hace veinte- hoy es una realidad que está viva. Klaus nos decía: “Estudien, lean, hagan su síntesis, vayan viendo, conversen”. Íbamos de aquí para allá tratando de “agarrar” lo que nos sirviera para ir nutriendo esta inquietud que se había instalado en nosotros y que no nos dejaba tranquilos. Agradezco de corazón a los precursores, principalmente a Pablo Verdier y Klaus Droste, por su generosidad, y también a todos aquellos que donaron su tiempo, talentos y recursos para que esto prosperara. Como dijo Catalina Cubillos, “son personas que estaban en crisis y fueron confluyendo para formar algo nuevo y original, que estoy convencida que es un aporte en la comprensión de la psicología humana”. Contemplando esta historia, sólo puedo sumarme a las palabras de Klaus: “los orígenes son muy misteriosos… esto es un don y un misterio. Dios hace lo que quiere con quienes quiere”. 


María José Bunster B.

Vicepresidente

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