¿Cómo la Psicología Integral de la Persona puede iluminar nuestra realidad actual?

Abril, 2025

Hace unos meses, me encontré con una antigua compañera de Universidad. Nos pusimos al día sobre nuestras vidas; de repente me preguntó: ¿Te especializaste en algo? Esta pregunta, cuya respuesta podría haber sido tan evidente como contestar el nombre del magíster o cursos de formación que he realizado, me tomó de imprevisto. Tenía claro que desde el término de la universidad había buscado y me atraía una formación en antropología aristotélico-tomista, tratando de integrar la psicología con la filosofía, de la mano de profesores que cito en Historia de una inquietud. Esto, luego se consolidó en mis estudios de magíster en Psicología Integral de la Persona en la Universidad Finis Terrae, pero por algún motivo, –que después traté de dilucidar– me costó responderle rápidamente.

Retomando la anécdota, respondí que me había enfocado en la integración entre la psicología y la filosofía, específicamente en cómo los aportes de la antropología de Santo Tomás de Aquino podían ayudarme en mi práctica clínica. Su respuesta fue “¡¡wow!!”, como expresión de algo que parecía muy denso y propio de personas muy intelectuales. Eso no era para nada mi intención, pero sí dio pie para reflexionar acerca de cómo se ve “desde afuera” la Psicología Integral de la Persona, nombre que le hemos dado a este meta-modelo, que busca “la integración del saber psicológico a partir de un conocimiento profundo y verdadero sobre el ser humano”[1], y que se orienta principalmente a la dilucidación de las preguntas últimas que pueden formularse en el ámbito de la psicología clínica.

En el ámbito de la psicología clínica, la Psicología Integral de la Persona promueve tener siempre el norte de la profunda dignidad y grandeza de la persona del paciente. “Persona est perfectissimum in tota natura”, reza el lema de nuestra Asociación, y nos recuerda la singularidad, intimidad y anhelo de trascendencia del ser personal, irreductible a categorías, conceptos o etiquetas diagnósticas. La antropología aristotélico-tomista que fundamenta este meta-modelo permite a) analizar críticamente las diversas corrientes psicológicas actuales, rescatando aquello que es verdadero y conforme a la naturaleza humana, b) establecer comparaciones entre teorías, conceptos o modelos diferentes, con el esquema conceptual organizador que proporciona esta filosofía, y c) cuestionar o criticar nociones, técnicas o explicaciones que se alejan de una sana antropología. Busca “integrar lo dicho por tantos filósofos que han sido un aporte en la comprensión de lo humano en cuanto a lo psicológico”[2], e “integrar teóricamente diversos niveles que podemos discernir en lo humano: lo biológico, lo sensible y lo racional. Por último, también es posible establecer una continuidad entre un nivel natural y un nivel sobrenatural en el perfeccionamiento del ser humano” (íbidem).

El conocimiento profundo de las facultades humanas (entendimiento, voluntad, memoria, imaginación, cogitativa, sensorio común, apetito sensible, la potencia nutritiva y generativa), así como de los dinamismos que se dan entre ellas, nos permite una comprensión mucho más dinámica y abarcativa del paciente que tenemos al frente. Sobre todo, el conocimiento de las emociones y los dinamismos de la afectividad humana (apetito sensitivo concupiscible e irascible), con sus objetos, causas, efectos y especies, permite ir más allá del plano descriptivo-fenomenológico y adentrarse en las causas e imbricadas relaciones que van desde el plano biológico, al sensible y al racional. Si nos adentramos en el plano moral, el conocimiento sobre las virtudes y los vicios que proporciona Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, integrando la tradición de pensamiento que le precedió, da luces concretas sobre el camino de madurez y crecimiento personal del paciente, así como también de las consecuencias de la privación del orden y falta de unidad interior.

Más allá del ámbito clínico, hoy las personas, familias y comunidades experimentan diversas problemáticas y desafíos, que no encuentran una única explicación o abordaje. Abundan las aproximaciones reduccionistas e ideológicas, que desde un único lente, analizan dicha realidad. También abunda la oferta de formación a nivel de diplomado, postítulo o cursos para profesionales, enfocada en entregar herramientas prácticas para abordar dichas realidades. Si bien es adecuado que dichos programas tengan una “bajada práctica”, vemos con preocupación que cada vez se quiere reducir la parte teórica, dejando relegada la reflexión, la actitud crítica y el pensamiento crítico. 

No pretendo ser exhaustiva, pero hoy encontramos una oferta similar a un “supermercado” de opciones de temas tan diversos que van desde la inclusión, la discapacidad, el neurodesarrollo y la integración sensorial, a la superación de traumas mediante novedosas técnicas (EFT, DBR, EMDR, biofeedback, neurofeedback, tapping, etc.), pasando por la comunicación efectiva, la crianza respetuosa, la alimentación consciente, el autocuidado y el bienestar, la psicogerontología, y una generalizada preocupación por la crisis de salud mental de los adolescentes y los efectos de las “pantallas” en su desarrollo. Muchos de los nombres de los programas de formas van precedidos por la cualidad “nuevas comprensiones” o “actualización”.

¿Qué sería lo propio de la Psicología Integral de la Persona, frente a estas temáticas actuales? Sin caer en un desprecio de las tendencias actuales y de los nuevos hallazgos de la ciencia, proponemos volver a lo perenne, aquello que no cambia porque emana de la naturaleza del hombre. El espíritu de integración entre la filosofía y la psicología permite rescatar de las diferentes teorías y técnicas psicológicas “aquello que es verdadero y conforme a la naturaleza humana”, pero cuidándonos de caer en una fascinación idealizada, de quedar encandilados con lo nuevo sin examinarlo críticamente. Como decía Magda Arnold, psicóloga tomista en un artículo titulado “Basic Assumptions in Psychology”:

“Cuando intentamos evaluar una teoría científica, tenemos que examinar la evidencia sobre la que descansa. Pero la evidencia no es algo naturalmente “dado”; más bien, corresponde a una respuesta a alguna pregunta particular que el científico le ha planteado a la naturaleza. El modo en que concibe su pregunta dependerá de sus supuestos básicos tanto acerca de la naturaleza de su objeto de investigación, como de su concepción de la naturaleza de la realidad. Estos supuestos previos determinarán el modo en que el problema es formulado para su investigación, el método de investigación en sí mismo, y lógicamente, la interpretación final. Tales supuestos o principios rara vez son explicitados en psicología, porque generalmente son tomados de otras ciencias. Éstos son aplicados a la psicología sin cuestionamiento, puesto que el “clima” científico en la actualidad hace que el científico tienda a olvidar que sus supuestos no son el resultado de su investigación científica, sino que el fundamento de ella. A pesar de este descuido generalizado, estos supuestos o principios básicos han de ser examinados y justificados antes que podamos decidir si la teoría que se origina a partir de ellos es válida o no. Inevitablemente habrá resistencia al examen de tales principios básicos, ya que no se puede llegar a ellos a través del método científico o de la experimentación. Siendo éstos previos a la investigación científica, son necesariamente especulativos o metafísicos; pertenecen al campo de la filosofía”[3].

En esta línea, quisiera destacar el Ciclo de Charlas de Educación Continua: “La persona y sus problemáticas actuales desde una Psicología Integral de la Persona”, organizado por la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae, que está llevándose a cabo este primer semestre de 2025. El programa de 15 charlas, que cuenta con varios expositores que son miembros de la Asociación de Psicología Integral de la Persona, aborda interesantes temas con el espíritu integrador, dialogante y crítico que he mencionado. Entre ellos, se cuenta el desarrollo humano en la infancia, la formación del carácter, el rol de la memoria y la imaginación en psicoterapia, la discapacidad, las teorías de género y sus implicancias clínicas y educativas, y la mirada de conceptos o modelos de terapia contemporáneos (tales como la teoría polivagal, la mentalización, el videofeedback) desde la Psicología Integral de la Persona.

En este Newsletter, he querido responder a la pregunta “¿Cómo la Psicología Integral de la Persona puede iluminar nuestra realidad actual?”, mostrando que la “especialización” que más vale la pena es aquella que nos permite ahondar en la naturaleza humana desde una sana antropología, permitiéndonos movernos con libertad, verdad y creatividad frente a los nuevos marcos conceptuales, resultados de investigaciones y herramientas para nuestra profesión. Asimismo, destaco la versatilidad y actualidad de los temas que han sido abordados por tantos miembros de nuestra Asociación y de miembros de asociaciones afines en el extranjero, que ha ido consolidando un cuerpo teórico contundente y una floreciente producción editorial, que permite compartir, expandir y debatir ideas, dándole actualidad y voz a la Psicología Integral de la Persona.

 

María José Bunster B.

Presidente

Asociación de Psicología Integral de la Persona


[1] Asociación de Psicología Integral de la Persona (2022). Psicología integral de la persona. Bases para un meta-modelo de Psicología clínica. En Studium. Filosofía y Teología. Vol. XXV, n. 49 (2022) p. 91.

[2]  Asociación de Psicología Integral de la Persona (2022). Psicología integral de la persona. Bases para un meta-modelo de Psicología clínica. En Studium. Filosofía y Teología. Vol. XXV, n. 49 (2022) p. 93.

[3] 1 Arnold, M. B. (1954). Basic assumptions in psychology. En M. B. Arnold & J. A. Gasson (Eds.), The Human Person: An approach to an integral theory of personality (cap. 1). New York: Ronald Press Co. [Traducción libre de María José Bunster B.]

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