La acedia digital: ¿qué le está pasando a nuestros niños?

Mayo, 2025

Una mirada desde la Psicología Integral de la Persona

En una época donde la inteligencia artificial, los videojuegos, las redes sociales y las pantallas interactivas ocupan cada vez más espacio en la vida cotidiana de niños y jóvenes -cuya vida interior está en desarrollo- comienza a vislumbrarse un fenómeno psicológico y espiritual que merece especial atención: la acedia.

Tradicionalmente definida como “tristeza ante el bien espiritual” o una resistencia al esfuerzo necesario para alcanzar un bien arduo, la acedia ha sido descrita por los Padres del Desierto y por Santo Tomás de Aquino como un estado del alma que impide el ascenso hacia la virtud. Lo que se considera bueno, se ve tan distante que causa rechazo. Hoy, en el contexto digital, este fenómeno resurge con nuevos ropajes, e interfiere con el desarrollo de la palabra interior y la virtud.

El terreno del riesgo: La tecnología como fin en sí misma

Cuando las tecnologías son utilizadas por los niños y jóvenes como medios orientados a un propósito claro (por ejemplo, el uso de una tablet para investigar sobre historia del arte o programar un proyecto personal), pueden colaborar con el desarrollo de habilidades y hábitos virtuosos, sobre todo si además son mediados por un adulto. Sin embargo, cuando se transforman en un fin en sí mismas (consumir tecnología sin un propósito) —como ocurre con el consumo pasivo y prolongado de redes sociales, videojuegos o contenido en línea— se instala el hábito de la divagación de la mente, la curiosidad desordenada y el descentramiento del deseo. La mente atiende a una infinidad de cosas, ninguna de ellas ordenada a un fin virtuoso para la persona.

En este contexto, el joven que consume tecnologías como un fin en sí mismo, pierde la capacidad de aspirar a bienes elevados: el exceso de gratificación inmediata reemplaza al esfuerzo sostenido. Así es como la procrastinación empieza a volverse un hábito en el corazón del adolescente, quien huye del estudio y es preso de “la eterna lata”. Asimismo, el deseo de saber y crecer en profundidad es reemplazado por la búsqueda de estímulos rápidos y constantes que apagan el sentido del asombro, empobrecen la imaginación y fragmentan la interioridad. Esta es una forma moderna de acedia.

La enfermedad de los sentidos internos

Desde una perspectiva tomista, se puede observar que el uso desregulado de las pantallas afecta profundamente el desarrollo de los sentidos internos en la infancia: el sensorio común, la imaginación, la memoria y la cogitativa. Para un niño, la saturación de estímulos visuales y auditivos que traen las pantallas impide que se integren adecuadamente las experiencias, y que los sentidos internos estén al servicio del conocimiento de la realidad. Las imágenes “chatarra” de las pantallas, que quedan almacenadas en la imaginación desplazan a las imágenes reales, construidas por el niño, tan necesarias para el pensamiento y la contemplación.

Los niños y adolescentes de hoy están deprivados de las experiencias sensoriales y afectivas que necesitan para construir la virtud. La voluntad, aún en formación, queda sometida a la afectividad concupiscible –presa del algoritmo– y la razón se ve impedida de gobernar los impulsos. Los algoritmos, hechos para captar nuestra atención, se vuelven irresistibles para la voluntad en desarrollo. El mundo real, exterior, se vuelve grisáceo y deprimente al lado de la sobreestimulación digital. Al niño sobreestimulado, la realidad se le vuelve sofocantemente aburrida, y desea huir de ella, dado el esfuerzo que debe realizar para tolerar sus pausas y silencios. Así, la acedia –como forma de parálisis interior, de tristeza que impide desear lo bueno– se asienta en almas juveniles excesivamente estimuladas en el mundo digital, pero interiormente desnutridas de lo importante.

¿Cómo se forja la virtud hoy?

En base a los hallazgos de la psicología del desarrollo, a la observación clínica y a la revisión de la literatura reciente sobre la relación entre la tecnología y el desarrollo infantil, afirmo que todo niño y adolescente requiere siete experiencias clave para poder desarrollarse a nivel sensible y racional: contacto con la naturaleza, exposición a la luz del sol, vínculo humano profundo, juego libre, sueño reparador, movimiento corporal y silencio interior. Todas estas experiencias fundamentales están siendo reemplazadas o secuestradas por el uso excesivo de tecnologías digitales. Los niños de hoy están deprivados de estas siete experiencias clave, lo que les dificulta el florecimiento interior. La influencia de las nuevas tecnologías en la infancia hace que los jóvenes se alejen de los lugares hacia los cuales las trayectorias del desarrollo humano los guía.

La Psicología Integral de la Persona nos recuerda que el alma humana es capaz de florecer solo cuando recibe lo que le es propio. Privar a un joven de lo necesario para su salud psíquica y espiritual no sólo pone en riesgo su bienestar actual, sino que obstaculiza el desarrollo de su libertad interior y su vocación al bien.

Una propuesta para el acompañamiento

Desde nuestra disciplina, el llamado es claro: necesitamos custodiar la interioridad de los jóvenes, educar los sentidos internos, y ayudarles a redescubrir la belleza de lo arduo. Cuidar el ocio como el oro de la infancia, y que el ocio no sea arrojado en su totalidad a las pantallas. La mediación parental, el discernimiento educativo, y el acompañamiento psicoterapéutico tienen un rol clave en restablecer un equilibrio perdido. En el rol del psicólogo infantil, la conocida psicoeducación se vuelve una pieza clave: poder devolver a los padres el deber de mediar y limitar la exposición a las pantallas, y resguardar el ocio como experiencia de valor incalculable en sus hijos.

Custodiar encuentros con la naturaleza, la luz del sol, los parques y cuidar el juego “offline” se vuelve fundamental en los tiempos de hoy: promover que nuestros niños aprendan a aburrirse y desde ahí aprender a jugar cultivando su palabra interior (K. Droste, La palabra paterna, 2013).

En un mundo donde la distracción se ha vuelto norma, cultivar el deseo profundo, el amor por la verdad y la disposición a vivir con propósito son caminos urgentes para contrarrestar el avance silencioso de la acedia digital.

Como dice Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología y autora de Educar en el asombro y Educar en la realidad (Editorial Plataforma): “La mejor educación para el mundo online, es el mundo offline”.

 

María Victoria Saver

Psicóloga Infanto-Juvenil

Magíster en Psicología Integral de la Persona

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