La compasión y la esperanza en el terapeuta

Abril, 2023

Como psicólogos nos toca trabajar por arreglar gran parte de las consecuencias del mal en el mundo. 

Escuchamos con apertura y damos herramientas para poder manejar el sufrimiento. Tocamos tanto dolor, tanto daño, y nos compadecemos de nuestros pacientes; sufrimos con ellos, los pensamos, sentimos ira contra quienes les hicieron daño.

Tanto daño se vive en esos lugares que debieran ser confiables, que debieran traer paz y amor propio. En la casa, en la familia, en el colegio, en la Iglesia, el barrio, etc... pensamos en esto y sentimos una tristeza muy grande, un dolor muy intenso, pues no es solo algo que pasó,  sino que sigue pasando en el corazón de quién está contando la historia, y sabemos que es probable que en alguna parte eso le esté pasando a otro niño, joven o adulto en este mismo momento. 

Cada vez que un paciente cuenta un hecho doloroso, de maltrato, de abuso, de falta de amor, de negligencia; sobre todo en su infancia o adolescencia, es un dolor en el estómago, es una preocupación en nuestra mente de terapeuta.

Que fácil es caer en la desesperanza de la vida. Que fácil es sentirse en un hoyo sin salida con los pacientes ¿cómo alguien que ha vivido tanto puede salir adelante? ¿Cómo ha logrado todo lo que ha logrado? ¿De dónde saca esa fuerza? ¿De dónde va a sacar la fuerza para enfrentar esto? Son preguntas motivadas por esa compasión y tristeza que sentimos al escucharlos. 

¿Qué podemos hacer para no quedarnos en la desesperanza? Pues, no dejaremos de compadecernos, entristecernos, enrabiarnos... pero si nos quedamos en eso ¿los ayudamos? Si solo los acompañamos en sus lamentos ¿los ayudamos a dar un paso adelante?

No sé si exista una respuesta única, cada terapeuta tendrá sus formas, a continuación, se presentan algunas ideas:

1. Rezar por los pacientes. Entregar a Dios sus heridas, que Él repare las injusticias y se las arregle con los ofensores. Si nos ponemos a juzgar perdemos el norte, podríamos caer en la venganza, en incentivar el odio, y lo más terapéutico sería incentivar el perdón.  Muchas veces no obtendremos ningún tipo de justicia ni reparación, por lo que está en el mismo paciente el aprender a vivir con el dolor producido por otros o por ellos mismos, pero para eso debe hacer un trabajo personal, sin esperar que otros pidan perdón o cambien las circunstancias. 

2. Recordar. Recordar las mejorías que han tenido pacientes anteriores. Recordar que tener una relación significativa y auténtica repara. Pensar en todas esas personas que hemos escuchado en nuestra consulta, que con guía terapéutica han encontrado en ellos la fuerza y audacia para sanar. 

3. Confiar en los conocimientos que hemos ido adquiriendo y utilizarlos con inteligencia para llevar a nuestros pacientes a su sanación. Y si están recién comenzando el camino de terapeuta, confiar en aquellos mentores que pueden guiarnos y darnos ese aprendizaje vicario. 

Creo que todo esto ayuda a recuperar la esperanza y no quedarse solo en el dolor. Pues debemos pedirles un acto de valentía a nuestros pacientes, y para eso deben ver en nosotros la esperanza. Debemos pedirle que enfrenten sus miedos, que sientan sus dolores, y eso no es fácil. Si nosotros como terapeutas perdemos la esperanza en el cambio, entonces no ayudamos a nadie. Hay cambios que van a ser lentos y/o pequeños; otros van a ser muy rápidos y gratificantes. Pero si perdemos la esperanza, es mejor derivar el caso, pues nos estamos quedando en una posición que no sirve para la sanación emocional.

M. Josefina Cañas Oliger

Psicóloga

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