¿Qué hace un psicólogo clínico?

Marzo, 2023

Identificar el aporte específico de la psicología clínica, un tema tan antiguo y tan joven a la vez. Cada paso que un psicoterapeuta pueda dar en su comprensión, tiene como recompensa enormes frutos en su trabajo clínico. Comparto algunas reflexiones.

Identificar lo específico de una disciplina, no es otra cosa que conocer su objeto formal. Este concepto, extraño para muchos, define el aporte que esa disciplina y ninguna otra puede ofrecer, al menos no del mismo modo.

Conocer el objeto formal no tiene un interés puramente especulativo o teórico. Permite que el psicólogo pueda realizar mucho mejor su trabajo. Afinar los esfuerzos, haciendo que la psicoterapia pase de ser, si se nos permite la comparación, un “trabajo de hacha” a un “trabajo de bisturí”. Esto, en la medida en que posibilita conocer los límites y la especificidad de su arte, haciendo que sus múltiples esfuerzos, escenarios y técnicas concurran a un mismo fin.

En el centro del problema, tenemos la relación con otras disciplinas afines: ¿se trata la psicoterapia de enseñarestrategias de afrontamiento al paciente respecto de su problema? ¿no sería conveniente, entonces, que un pedagogo de profesión, adquiriendo conocimientos de salud mental, sea quien asuma esta labor?; ¿tratará la psicoterapia a personas que padecen síntomas originados en desórdenes de neurotransmisores como la dopamina?; ¿no sería, entonces, la psicoterapia una disciplina auxiliar a la psiquiatría o neurología, análogo a la relación de un nutricionista con un nutriólogo o de un traumatólogo con un kinesiólogo?; ¿o será acaso que el psicólogo trata a personas que son vencidas constantemente en su voluntad por sus emociones, debiendo encontrar caminos para fortalecer esa voluntad? Y, si esto fuera así, ¿esta labor, no la podría llevar a cabo de mejor manera una persona con conocimientos de la vida moral y con experiencia en el acompañamiento de personas? Así, preguntas como estas, podríamos plantearnos muchas otras. En síntesis, ¿qué fin cabe esperar de la psicoterapia, comparado con la ayuda que pueden brindar otros profesionales afines?

Pues bien, el objeto formal de la psicología clínica podríamos identificarlo con la salud psíquica, esto es, un orden de sus emociones. Así, lo que específicamente puede ofrecer un psicólogo clínico es ayudar a que las personas experimenten tranquilidad en esta dimensión. Ahora bien, esto requiere algunas puntualizaciones.

Ante todo, que el desorden de las emociones puede tener distintos orígenes. En general, podemos pensar en tres orígenes diferentes. 1) Puede ser producto de problemas biológicos, por ejemplo, por una lesión cerebral, por algún deterioro neurológico o simplemente por falta de sueño. Esto es objeto de la medicina (psiquiatría o neurología). 2) También puede estar sostenido por decisiones voluntarias, como quien dedica su vida a robar y experimenta una ansiedad constante de ser descubierto, o quien decide vivir una vida centrada en el placer y luego padece intensos sentimientos de tristeza y vacío. Situaciones como estas serían materia de intervención de personas que tengan la capacidad de influir en las decisiones y modos de pensar del sujeto. 3) Por último, las emociones pueden desordenarse a causa de la propia experiencia de vida. Relaciones conflictivas, hechos traumáticos, malas decisiones, etapas no resueltas, y otras cosas como estas que dejan una huella en la sensibilidad. En virtud de ella, pueden asociarse distintos aspectos de la vida como algo desproporcionadamente negativo y otras cosas como desproporcionadamente positivas. Ejemplos de lo primero son, los conflictos con la autoridad, el miedo al fracaso, las tristezas profundas y estables; ejemplos de lo segundo son, las adicciones y las perversiones sexuales. Todo esto es objeto de la psicología clínica.

Si lo desarrollamos un poco más, su objeto formal es el orden emocional, pero considerado bajo un aspecto específico, a saber, que las emociones son movidas por juicios sensibles. Pero, ¿qué es un juicio sensible? Es una capacidad humana, como lo es la memoria o la imaginación, que realiza actos de interpretación sensible sobre diversas situaciones. Por ejemplo, puedo interpretar racionalmente que fumar es malo y, al mismo tiempo, interpretarlo como bueno y tener deseo de hacerlo. La facultad que permite este acto se llama cogitativa. Ella interpreta y concluye a partir de lo vivido: experiencias positivas y negativas, relaciones significativas, etapas importantes, circunstancias adversas o de aprendizaje. Por ejemplo, quien crece con un padre autoritario, considerará con mucha facilidad que no es capaz, que tiene que estar constantemente justificándose ante los demás y que está siendo negativamente evaluado por otros. Aunque racionalmente sepa que nadie lo está evaluando, no puede dejar de experimentarlo así.

Ahora bien, la cogitativa es una facultad que culturalmente es bastante desconocida. Su grado de desconocimiento está estrechamente vinculado a nuestro grado de ignorancia sobre nuestro mundo emocional. Por eso muchas personas les resulta completamente insólito y sorprendente ver que sus emociones se comportan de la manera que lo hacen. Además, por este desconocimiento, muchas veces se termina atribuyendo el desorden emocional a lo biológico, a una voluntad débil o a los demás.

En el ejemplo del padre autoritario, inevitablemente esto traerá una experiencia de inseguridad desproporcionada. La inseguridad desproporcionada que experimenta en la actualidad descansa en una desproporción de la experiencia conservada. En efecto, las experiencias no elaboradas de su crianza autoritaria tiñen el panorama y toman el control emocional de la propia vida, silenciando otras experiencias igualmente válidas y reales que le muestran que es una persona capaz y valiosa.

¿Tiene un lugar la biología y la voluntad en este tipo de desórdenes? Claro que sí, pero si tienen la prioridad pasa a ser un problema biológico o moral, respectivamente. En cambio, si es un problema formalmente psicológico, objeto propio de un psicólogo, la prioridad está en la experiencia vivida, concretada en la cogitativa y expresada en la emoción. Que esto es así, se puede observar en la resolución del conflicto emocional. Pensemos, por ejemplo, en que esta persona se decide a enfrentar, de buena forma, pero con firmeza, a su padre; o alguien que tiene un duelo no resuelto y que al escribir una carta al difunto o visitarlo en el cementerio, experimenta alivio y reconciliación.

La psicología clínica se hace cargo de aquel desorden emocional que nace de la experiencia y que, por tanto, se resuelve a través de ella. La pericia y el arte del psicoterapeuta está en remover interpretaciones de la cogitativa por medio de actos terapéuticos tales como enfrentar, elaborar, decidir, analizar, recordar, perdonar, soltar, entre muchos otros. Lo esencial está en captar que la psicopatología debe ser superada en el orden particular. Muchas veces se intenta superar problemas emocionales mediante la sola conversación, la explicación de alguna dinámica psicológica o algún intento de manejo o gestión de las emociones. El problema es que todo esto apunta a la dimensión racional, quedando relegadas aquellas intervenciones que apunten a la dimensión emocional. Técnicas como el EMDR, la Psicoterapia Simbólica, la escritura expresiva, el Role Playing, la Terapia Narrativa, ciertas intervenciones sistémicas, entre muchas otras, parecen apuntar a lo singular de la experiencia.

Por ello, la formación del terapeuta pasa por ser un conocedor de las facultades humanas, en particular de los sentidos internos, también de las emociones y su relación con la dimensión racional y biológica; también de dinámicas de relaciones familiares y con grupos de pares; etapas del desarrollo personal y familiar, entre muchos otros elementos. Pero todo orientado a dilucidar los puntos de trabazón emocional y su resolución.

La psicología clínica cuenta con infinidad de técnicas, modos de diagnosticar y aspectos a considerar. Pero es relevante encontrar eso «uno» que nos permite reunir todos estos elementos en una misma labor. Comprender cuál es el aporte propio y específico que hace un psicoterapeuta es un gran desafío, arduo, pero con frutos dulces en la ayuda terapéutica.

Benjamín Suazo Zepeda

Psicólogo

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