Integración integral en psicología

Noviembre, 2023

El afán de los hombres de ciencia por buscar la integración de sus saberes, es decir, buscar la unidad del saber, se verifica explícitamente en diversas ciencias particulares. Así, por ejemplo, en física, ciencia paradigmática de las ciencias naturales, es bien conocida la búsqueda de una teoría unificada de las cuatro fuerzas de la naturaleza; en ecología tal intento de integración y unidad de los saberes se ve en esa mirada sistémica de la naturaleza, donde, por diversos caminos (mecanismos de los elementos inertes y dinamismos de los organismos vivos) todos sus niveles y estratos se relacionan, integran y comprenden en una unidad cuasi orgánica. La psicología no escapa a dicho anhelo de unidad. La inquietud por integrar diversas escuelas, corrientes y autores es un desafío actual de la psicología.

Algún autor ha comparado a la psicología moderna con la Torre de Babel, en alusión al episodio homónimo del Antiguo testamento, en el que los hombres hablando diversas lenguas ya no se entendían entre sí. Esto es cierto, y de hecho muchos autores lo afirman. Sin embargo, el impulso integrador no se ahoga en ese maremágnum de teorías, posiciones y polisemias, y se han ensayado múltiples intentos de unidad en el saber psicológico.

Importa destacar que dicho impulso integrador no es un capricho ni un prurito intelectual, nace más bien de la intuición lógica de que todo conocimiento, si es verdadero, no puede entrar en contradicción con ningún otro que también lo sea; asimismo, en el hecho que conocimientos diversos y verdaderos acerca de un mismo objeto de estudio, se dan, existen, conviven, cohabitan y constituyen realmente dicho objeto. Por tanto, puesto que el orden cognoscitivo responde al orden real,  aquello que constituye la unidad de un objeto en la realidad, no puede presentarse en el orden cognoscitivo bajo afirmaciones contrapuestas, contradictorias, irreconciliables o mutuamente ajenas y extrañas. Por el contrario, han de constituir también una unidad en el orden cognoscitivo del sujeto que conoce. De este modo, las diversas miradas, corrientes y escuelas en psicología, de ser verdaderas, han de poder ser integradas en un paradigma común. Aquel feliz impulso de integración y de unidad que nace espontáneo, presiente, pues, una integración factible, imprescindible e inaplazable. Tras la pista de esa unidad en psicología se dirigen estas líneas.  

De lo anteriormente expuesto, se deduce que integrar no es mezclar, ni combinar, ni meramente reunir conocimientos de diversos ámbitos. La unidad que busca la integración debe poder, primero, mostrar las verdades que cada escuela posee, y una vez detectadas las respectivas verdades, proceder a su ubicación sistémica en un paradigma orgánico y coherente. Esta tarea solo se puede acometer desde unos criterios cuyo estatus epistemológico sea diverso y superior, es decir, un estatus que trascienda al de aquellas disciplinas que pretende integrar.

Se los entienda como se quiera, esos criterios en última instancia son, literalmente, meta-físicos, es decir, suponen una disciplina que trasciende la facticidad empírica de las disciplinas que pretende sintetizar y re-unir. Este prerrequisito a toda integración, de nuestra parte, lo encontramos en la filosofía conocida como realista y perenne, y en particular para nuestros fines particulares, en la antropología y la ética tomista. Es desde la filosofía del Aquinate, que cuenta con categorías universales y perennes que se hace factible la labor de síntesis, integración y unidad.

Ahora bien, concretamente, en qué consiste y cómo se realiza, cómo se operacionaliza diríamos modernamente, la labor que estamos proponiendo. A continuación expondremos diversos modos y niveles en los que la integración y unidad se materializa.

1. En primer lugar, y en su modalidad y nivel más básico, podemos integrar alcorpusde las ciencias psicológicas las observaciones prácticas, hoy diríamospsicológicas, de Aristóteles y Tomás de Aquino. Estos autores presentan un cúmulo de observaciones agudas, finas, precisas, cual psicólogos modernos, a los que bien pueden complementar y compartir. Incluso, muchos –si no todos– los desarrollos y doctrinas antropológicas y éticas de estos autores fueron precedidos de dichas observaciones, y por ello se fundan y proceden de la observación de la realidad. En esto, Aristóteles y Tomás, no tienen nada que envidiarle a psicólogo moderno alguno. Este primer nivel de integración, ha sido incluso reconocido por autores modernos como Erick Fromm:                

“En Tomás de Aquino se encuentra un sistema psicológico del cual se puede probablemente aprender más que de gran parte de los actuales manuales de tal disciplina; se encuentran en él interesantísimos y muy profundos tratados de temas como narcisismo, soberbia, humildad, modestia, sentimientos de inferioridad, y muchos otros”. (Psicología para no psicólogos)                                                  

Otros modos y niveles de integración surgen cuando aplicamos los principios tomistas a las ciencias particulares, una verdadera conversio ad scientiam particularem de los principios tomistas. En este sentido, proponemos los principios especulativos de la filosofía de Tomás de Aquino como la premisa mayor de un gran silogismo, cuya premisa menor son las observaciones e interpretaciones de la psicología moderna, sea experimental, clínica o del área que sea. Este planteo toma pie del magisterio del padre Barbado o.p., felizmente reseñado por Ubeda Purkiss o.p.:

“Esta fue, en síntesis, la gran lección que el P. Barbado enseñó a través de sus explicaciones de cátedra, conferencias y publicaciones. Su tesis científica fue como un gran silogismo, con una mayor, universal y perenne: los principios de la filosofía aristotélica-tomista, y una menor contingente: el conocimiento del estado actual de las ciencias psicobiológicas, y una conclusión que se desprende necesariamente: la integración de los nuevos datos y los antiguos principios”. 

A partir de esta formulación, presentamos algunas posibilidades concretas de integración, que pasamos a exponer.

2. Al estudiar a la psicología moderna (la menor del silogismo), por un lado, y teniendo por referente la antropología tomasiana (la mayor del silogismo) por otro, podremos destacar verdades de los modernos de entre un torbellino de datos, interpretaciones y lenguajes. Las verdades rescatadas, en cuanto verdades, se las puede sacar del contexto original en el que fueron observadas y desarrolladas, agrupándolas con otras de otras corrientes o autores, configurando un corpus nuevo. La imagen que se configura al poner estas verdades parciales en un nuevo conjunto global, supone un primer nivel de integración, que es, diríamos, ‘codo a codo’. Como las piezas de un rompe cabezas, yuxtapuestas una al lado de otras completando así una imagen. Este nivel de integración, si bien necesario, es insuficiente. Sin embargo, ya en este nivel, contamos con la posibilidad de síntesis entre las diversas escuelas, síntesis realizada bajo el auxilio de aquella mirada escrutadora de la verdad que posibilitan las categorías aristotélico-tomistas.

3. Otra posibilidad de integración y síntesis, pero sobre todo de enriquecimiento de la psicología, se constata cuando aquellas verdades rescatadas, según lo expuesto en el numeral anterior, son asumidas, elevadas y purificadas desde los principios perennes, llevando a dichas nociones a una perfección y plenitud que la mera psicología no les puede dar.

4. Observamos también una posibilidad de integración más íntima y radical cuando situamos cada verdad parcial de las recogidas anteriormente no solo en relación con las verdades ‘vecinas’ del rompe cabezas, sino cuando las vinculamos al objeto de estudio común, anudándolas, de este modo, en un nivel más profundo, en el nivel antropológico subyacente a todas ellas, otorgándoles una consistencia y coherencia sistémica, orgánica, que surge del hecho de compartir un mismo objeto del que se originan.

5. En el orden práctico, cabe también la posibilidad de “una bajada” de aquellos principios a la práctica clínica concreta, orientando a ésta tanto en su instancia diagnóstica como terapéutica.

6. Los modos y niveles de integración anteriormente enunciados alcanzan una unidad y síntesis irrenunciable, pero parcial. Todavía no hemos alcanzado la nota de integral que anunciábamos en el título de estas reflexiones. Al respecto, un último nivel de diálogo, síntesis y unidad, lo constituye el hecho de que Tomás de Aquino aporta categorías que los modernos desconocen, pero que ningún psicólogo que pretenda ser integral puede omitir. Se trata de todas las realidades que se derivan del carácter espiritual del hombre, sin las cuales el hombre queda reducido a un animal muy, muy desarrollado, pero finalmente otro animal más. Sin esta nota espiritual, sería imposible una psicología integral. Sin esta dimensión, el psicólogo reconocería y trataría mecanismos y dinamismos prescindiendo de las disposiciones y actitudes espirituales y personales a los que aquellos se subordinan, y entendería a aquellos dinamismos desde un paradigma psicologizante y no espiritual, como corresponde a esas realidades. Con esta nota todo el conjunto de verdades parciales de la psicología moderna se elevan a un nuevo horizonte, sin precedentes en la psicología moderna, con el consiguiente enriquecimiento, tanto de la comprensión de nuestros pacientes, así como también en las posibilidades terapéuticas.

Recapitulando, las consideraciones vertidas en este ensayo podríamos sintetizarlas, de un modo breve y preciso: estudiar a Tomás de Aquino para reconocer, desde los principios filosóficos que él defendió y cultivó, las verdades presentes en los modernos, para purificar esas verdades y llevarlas a su plenitud, para situarlas en su lugar, para alcanzar una comprensión integral del hombre. 

Dr. Pablo Verdier Mazzara

Medico-psiquiatra

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