El lugar propio

Octubre, 2023

La búsqueda del origen de las cosas, así como de sus lugares naturales es algo que siempre ha importado fuertemente al ser humano. Basta con estudiar a las grandes civilizaciones antiguas como la egipcia, la griega o la romana, que buscaban dar explicación a los fenómenos naturales a través de los mitos y leyendas.

Sin embargo, también se buscaba una respuesta racional en la filosofía. Efectivamente, existen antecedentes de que los filósofos presocráticos estudiaban la cosmología, cuando buscaban el arché en los elementos de la naturaleza. Esto es interesante para la psicología y psiquiatría. Considérese al menos que la teoría de los cuatro humores postulada por Hipócrates se basa en los cuatro elementos planteados por Empédocles y que, posteriormente Galeno habría postulado como los cuatro temperamentos clásicos.

Ahora bien, la riqueza del estudio inicial de los presocráticos tiene más alcances y Aristóteles lo continuó, elaborando una teoría acerca de sus lugares propios. Cada ser tendería hacia un movimiento ascendente o descendente en función de su naturaleza, es decir según su propia especie. Pero este movimiento daría cuenta de la existencia de un motor y además de que la cosa cuando alcanza su lugar propio en función de su especie, entonces reposa justamente porque está en su lugar natural. Basta con contemplar la creación y observar que los planetas giran en torno al sol, que el fuego tiende hacia arriba mientras que la piedra hacia abajo, que las plantas buscan el sol, que el animal carnívoro come carne y que cada cosa reposa en ello, en lo que le es propio. No obstante, esta riqueza filosófica no fue explícita acerca del ser humano.

La psicología moderna, y más específicamente los psicólogos humanistas, han buscado dar respuesta al “sentido de la vida” (Viktor Frankl), el desarrollo del “self” (Carl Rogers) y la “autorrealización” (Abraham Maslow), siendo un aporte muy interesante para el desarrollo de la psicología clínica. Pero no menos interesante puede ser considerar que siglos atrás, Agustín de Hipona tomó del Libro de la Sabiduría el concepto de pondus, a partir de la cita: “Pero tú regulaste todo con medida, número y peso” (11, 20). Lo que él hace es interpretar magistralmente este término bíblico desde su formación filosófica y elevar la teoría aristotélica de los lugares propios de las cosas a un nivel metafísico y teológico. Entonces, su alcance tiene consecuencias significativas en la persona humana, ya que también ésta tendría un movimiento hacia su propio lugar y en el cual debería descansar. Tiene consecuencias directas con la búsqueda de sentido, con el desarrollo del self, así como con la realización personal.

El concepto de pondus puede aplicarse a modo de metáfora para explicar el desorden de la sensibilidad como se puede dar en las psicopatologías, que muchas veces toman formas de “pesos”, “anclas” o “tendencias”. Pero ciertamente alcanza una significancia y aplicación especial cuando se trata de personas en búsqueda de orientación más que de psicoterapia. Por lo mismo es relevante que también formadores puedan estudiarlo. 

Una planta puede vivir con sus nutrientes básicos, pero si no está ubicada en su lugar natural según su especie, no se desarrollará en su esplendor ni adquirirá la belleza que le es propia. Así también, puede observarse en el ejercicio de la profesión clínica que hay personas que parecieran estancarse en su desarrollo, nublándose sus potencias, como cuando a un niño, que naturalmente aprende a través del juego y de la exploración del mundo, se le exige que adquiera aprendizajes con un nivel de concentración que sus sentidos simplemente no pueden procesar, impactando negativamente en su autoestima; o cuando un adolescente va anulando su identidad para dar paso a la idealización que sus padres proyectan en él, pero perdiendo el foco en que es alguien distinto de ellos;  o cuando un adulto ha dedicado más de la mitad de su vida a generar recursos económicos, hasta que se da cuenta que, a pesar de sus éxitos profesionales, paradójicamente no ha encontrado su lugar en el mundo, que en realidad no ha logrado ver sus dones trascender, que su labor tenga un impacto en la mejora de la sociedad, sino que más bien su vida se ha reducido a lo material. 

En una reflexión que se dio al interior de los miembros de la Asociación de Psicología Integral de la Persona, surgieron una serie de preguntas e interrogantes para explorar el pondus del paciente. Se espera que esta recopilación pueda ser de utilidad para guiar el trabajo clínico y ayudar a cada paciente a descubrir su “lugar propio”: 

  • ¿Qué te saca de la cama un sábado de mañana?

  • ¿Cómo te ves en 2 años (en 5, 10, ...)?

  • ¿Cómo te gustaría que te pille la muerte?

  • Tras detenerte y considerar tu vida, ¿para qué has venido viviendo tu vida?

  • ¿A qué acuerdo has llegado con tu vida?

  • A esta altura de tu vida, con tus logros y luchas; ¿qué estás echando de menos en tu vida (o para tu vida)?

  • ¿Dónde tienes puesto tu corazón?

  • Completa: ser adulto es despertar y…

  • Escribe qué harías si no tuvieras miedo.

  • ¿Quiénes son tus héroes?

  • ¿A quién admiras?

  • Te encuentras una lámpara mágica que te concede tres deseos, ¿qué pedirías?

  • ¿Cuál es el amor que te mueve?

  • Al momento de tu muerte, ¿qué te gustaría que tus hijos dijeran de ti?... ¿tu mujer/marido?

  • Si miras tu vida hacia atrás, ¿cuáles son las tres cosas de las que te sientes más orgulloso?

  • ¿Qué te quita el sueño?, ¿qué te hace desvelarte?

  • ¿Qué carencia en el mundo te duele?

  • ¿Qué te gustaría hacer considerando la historia de tu vida?

  • ¿Cómo te ves tú en la vida?

  • ¿Para dónde vas?

  • ¿Qué quieres lograr?

  • ¿Para qué naciste?

  • Si tuvieras una varita mágica, ¿qué pedirías?

La pista para ayudar a otra persona a descubrir su pondus podría estar en que su voluntad esté alineada con su temperamento y la narrativa de su vida, de manera que se pueda hacer cargo e integrar su biología, experiencias vitales y libertad personal, en coherencia con su unión substancial de cuerpo y alma, porque de otra manera sus elecciones no necesariamente alcanzarán el descanso o reposo, que es el mejor medidor de pondus, ya que se estaría en el lugar que le es propio según su naturaleza. 

Para Agustín de Hipona el pondus es Dios –del mismo modo en que el lugar que le correspondía al hijo pródigo era estar junto a su padre–, pero queda en cada quién descubrir cómo se concreta en su vida terrenal. 

Juan de Dios Giménez Salinas

Psicólogo

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