El rol del psicólogo clínico frente al dolor crónico
Octubre, 2025
El dolor crónico constituye un desafío clínico complejo tanto para la medicina como para la psicología. Stretanski y colaboradores (2025) lo definen como un dolor persistente que se prolonga más allá de tres a seis meses, con origen en una lesión, una enfermedad o incluso en causas desconocidas. Los mismos autores destacan que suele coexistir con comorbilidades como depresión y ansiedad, lo que repercute de manera considerable en la calidad de vida de quienes lo padecen. Desde el punto de vista médico, se lo describe como clínicamente desadaptativo, dado que no favorece la reparación ni cumple funciones protectoras (Costigan et al., 2009).
La investigación neurofisiológica ha mostrado que este tipo de dolor puede explicarse, al menos en parte, por el fenómeno de la sensibilización central (Meeus & Nijs, 2007): la estimulación nociva repetida o sostenida induce una hiperreactividad en las neuronas del asta dorsal, lo que genera respuestas amplificadas ante estímulos dolorosos (hiperalgesia) y la percepción de estímulos inocuos como dolorosos (alodinia).
Sobre esta base, diversos autores han señalado que el dolor crónico se manifiesta en un grupo de condiciones conocidas como síndromes de sensibilidad central, que incluyen fibromialgia, fatiga crónica, cefalea crónica, síndrome del intestino irritable y otros cuadros caracterizados por la persistencia del sufrimiento en ausencia de lesiones orgánicas detectables (Kindler et al., 2009; Fleming et al., 2015). Estos hallazgos refuerzan la necesidad de comprender el dolor como un fenómeno multidimensional, resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales.
En un comienzo, la conceptualización del dolor persistente sin lesión clara generó escepticismo en el ámbito médico, en parte porque la ausencia de hallazgos objetivos dificultaba su aceptación clínica. Sin embargo, investigaciones posteriores han profundizado en una compleja multicausalidad también a nivel biológico. Procesos como la amplificación central del dolor, la disfunción mitocondrial, el estrés oxidativo, la inflamación crónica de bajo grado y la disbiosis intestinal contribuyen a explicar cómo el dolor puede mantenerse incluso en ausencia de daño observable (Meeus et al., 2013; Zhou et al., 2021; Zhao et al., 2025). Reconocer esta complejidad implica asumir que el dolor crónico puede ser tanto una experiencia fisiológica tangible como un fenómeno que afecta la integridad de la persona en todas sus dimensiones.
¿Cómo puede la Psicología Integral de la Persona iluminar la comprensión e intervención clínica con pacientes que experimentan dolor crónico? Reconocemos, pues, que el dolor crónico no se agota en su dimensión fisiológica, sino que se constituye como experiencia total de la persona. Este sufrimiento puede verse amplificado cuando las redes de apoyo son insuficientes, cuando la percepción de control es limitada o cuando la persona carece de un horizonte de sentido que le permita integrar el dolor en su historia de vida. La labor del psicólogo clínico consiste, por tanto, en acompañar a la persona para que recupere agencia, sentido y esperanza, reconociendo al mismo tiempo la realidad del dolor y la complejidad de sus causas.
Desde una mirada integral, el dolor crónico afecta simultáneamente las facultades vegetativas, sensibles y racionales de la persona. A nivel vegetativo, se altera el sueño, la alimentación, la energía vital y la homeostasis general, comprometiendo la capacidad del organismo de mantener un equilibrio básico. La dimensión sensible se ve reflejada en la vivencia afectiva del dolor, manifestándose en tristeza, irritabilidad, miedo y frustración, lo que impacta directamente en la esfera emocional y en las relaciones interpersonales. En el plano racional y espiritual, el dolor desafía la capacidad de proyectar hacia el futuro, de discernir opciones y de mantener un horizonte de sentido, planteando interrogantes sobre la limitación física y el sufrimiento persistente.
El abordaje psicológico del dolor crónico requiere integrar estas dimensiones en un marco comprensivo, que también promueva la fortaleza y la esperanza. Desde lo psicológico, el clínico debe atender la depresión, la ansiedad, la catastrofización y las creencias sobre el dolor, reconociendo cómo estas modulan la percepción del sufrimiento y la disposición para actuar en la propia vida. En el ámbito social, es fundamental explorar la calidad de las redes de apoyo, la solidez de las relaciones interpersonales y el impacto funcional del dolor en la vida diaria. La dimensión espiritual, a su vez, permite situar el dolor dentro de un horizonte de significado: los valores, creencias y la historia de vida de la persona se convierten en recursos esenciales para sostener la esperanza y orientar la acción frente al sufrimiento. La esperanza, en este sentido, no se entiende como optimismo ingenuo, sino como la fuerza que permite reconocer que, aun en la limitación, la vida posee valor y horizonte, y que es posible proyectar acciones con propósito.
El psicólogo clínico dispone de diversas estrategias para acompañar integralmente a la persona con dolor crónico. Por ejemplo, la reestructuración cognitiva y técnicas de aceptación y compromiso permiten modular la respuesta emocional al dolor y prevenir la catastrofización. La intervención que incluye actividad física adaptada, higiene del sueño y manejo del estrés fortalece recursos fisiológicos y funcionales. Además, la psicoeducación acerca de la fisiología del dolor, los mecanismos de sensibilización central y la modulación del dolor contribuye a reducir la incertidumbre y el sufrimiento psicológico. A todo lo anterior cabe añadir la importancia del fortalecimiento de las facultades superiores –razón y voluntad–, en guiar a la persona a elegir actitudes coherentes con su dignidad, promoviendo la acción deliberada frente a la limitación y evitando la resignación pasiva. Finalmente, el horizonte espiritual se consolida al explorar con la persona los valores y creencias que sostienen su esperanza, así como la manera en que la fe, la oración o la comunidad pueden acompañar el sufrimiento y ofrecer un marco de sentido trascendente.
En última instancia, el psicólogo clínico se convierte en un acompañante que, validando la experiencia de dolor, fomenta la virtud de la fortaleza, promueve la agencia personal y sostiene la esperanza. El dolor crónico, entendido como fenómeno biopsicosocial y espiritual, no define a la persona, pero exige una intervención que reconozca la complejidad de su vivencia y promueva la posibilidad de vivir con propósito incluso en medio de la adversidad. Como señala Viktor Frankl (1946/1991), incluso en las circunstancias más difíciles, el ser humano conserva la capacidad de encontrar sentido y proyectarse hacia el futuro, lo que constituye un recurso esencial para sostener la vida frente al sufrimiento persistente.
Mariluz Villela S.
Psicóloga y Magíster en Psicología Integral de la Persona, Universidad Finis Terrae
Diplomada en Evaluación de Competencias Parentales y en Trauma Psíquico.
Referencias
Costigan, M., Scholz, J., & Woolf, C. J. (2009). Dolor neuropático: Una respuesta desadaptativa del sistema nervioso al daño. Annual Review of Neuroscience, 32, 1–32. https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.051508.135531
Fleming, K. C., Volcheck, M. M., & Kotnik, N. (2015). Central Sensitization Syndrome and the Initial Evaluation of a Patient with Fibromyalgia: A Review. Mayo Clinic Proceedings, 90(12), 1778–1791. https://doi.org/10.1016/j.mayocp.2015.08.009
Frankl, V. E. (1991). El hombre en busca de sentido (Versión castellana de Diorki, 12.a ed.). Barcelona: Herder.
Kindler, L. L., Bennett, R. M., & Jones, K. D. (2009). Central Sensitivity Syndromes: Mounting Pathophysiologic Evidence. Pain Practice, 9(3), 135–152. https://doi.org/10.1111/j.1533-2500.2009.00274.x
Meeus, M., & Nijs, J. (2007). Sensibilización central: una explicación biopsicosocial del dolor crónico generalizado en pacientes con fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. Clinical Rheumatology, 26, 465–473. https://doi.org/10.1007/s10067-006-0433-9
Meeus, M., Nijs, J., Hermans, L., Goubert, D., & Calders, P. (2013). The role of mitochondrial dysfunctions due to oxidative and nitrosative stress in the chronic pain or chronic fatigue syndromes and fibromyalgia patients: Peripheral and central mechanisms as therapeutic targets? Expert Opinion on Therapeutic Targets, 17(9), 1081–1089. https://doi.org/10.1517/14728222.2013.818657
Stretanski, M. F., Kopitnik, N. L., Matha, A., & Conermann, T. (2025). Chronic Pain. En StatPearls [Internet]. StatPearls Publishing. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK553030/
Zhao, M., Zhang, L., & Liu, Z. (2025). Gut microbiota-mediated pain sensitization: Mechanisms and therapeutic implications. Frontiers in Pain Research, 6, 1626515. https://doi.org/10.3389/fpain.2025.1626515
Zhou, W. B., Meng, J. W., & Zhang, J. (2021). Does low grade systemic inflammation have a role in chronic pain? Frontiers in Molecular Neuroscience, 14, 785214. https://doi.org/10.3389/fnmol.2021.785214